Leonardo Silvio Vaccarezza
No es inadecuado emplear la metáfora de la caja-negra para caracterizar la comodidad implícita en el discurso de la política de vinculación al obviar la consideración de los múltiples procesos que la explican 5.
Ello es más pertinente en el caso de América Latina en que las "condiciones naturales" de emergencia del fenómeno no existen con la misma fortaleza que en los países desarrollados en los cuales, la disponibilidad de algunos instrumentos diseñados y puestos en el escaparate de la racionalidad y estrategia de científicos y empresarios es suficiente para su activación. Si en América Latina la mera disponibilidad de instrumentos de política no basta para activar la interacción beneficiosa entre universidades y empresas, es necesario profundizar en la escena social de tal interacción (o de sus obstáculos) con el fin de diseñar los mecanismos que la faciliten. La reflexión y la investigación sobre este tópico no ha avanzado de manera sistemática. Como vimos antes, el tipo de factores señalados como explicación del fracaso (relativo) de la vinculación, son componentes externos de la misma interacción: algunos refieren al contexto económico, político o normativo-legislativo como condiciones negativas al fenómeno; otros describen aspectos "previos" de los actores: la cultura academicista de los investigadores, la desconfianza ideológica de los empresarios o su cultura del mercadointernismo, etc.
Aquí apelamos a la necesidad de considerar componentes dinámicos de la interacción entre dos mundos fuertemente diferenciados, impuestos (o simplemente invitados) a una interacción en la que no se encuentran sus elementos de estructuración y permanencia. En realidad, la apertura de la caja negra implícita en la política de vinculación U-E no consiste en partir de los factores que impiden la interacción, sino en demostrar la ingeniería del proceso de innovación tecnológica posible a partir de los elementos sociales e institucionales disponibles. Algunos componentes de este proceso que deberían ser profundizados son los siguientes:
a) con frecuencia, los procesos de innovación al interior de la empresa involucra muchos más actores que los que el modelo básicamente diádico de la política de vinculación U-E, y particularmente sus instrumentos, proponen. Aunque este modelo parece haber abandonado la pauta "ofertista" como impulso de la innovación (ya que, en el mejor de los casos, acepta el papel dinámico de la demanda empresarial), no deja de ser lineal : producción de conocimiento y aplicación de la innovación siguen siendo dos términos funcionales con dos subsistemas que los desarrollan de manera más o menos independiente. En cambio, los procesos de innovación se desenvuelven involucrando a actores muy disímiles, entre los cuales, los clientes y proveedores, los fabricantes de equipos, las consultoras de ingeniería, las entidades financieras y las delegaciones sindicales de fábrica juegan papeles dinámicos, no solamente en la respuesta tecnológica que va desenvolviendo la innovación, sino en el impulso inicial y en la racionalidad del proceso. Los instrumentos de la política dan lugar, en el papel protagónico, solamente a la universidad o a la empresa, pero no se ha buceado sistemáticamente en otras alternativas que, por cierto, no son fáciles de diseñar: una alternativa algo incorporada al discurso corriente de la política de vinculación es, sin embargo, la estimulación de procesos de desarrollo de proveedores, pero en general supuesta para las grandes empresas transnacionales frente a lo cual la política estatal se inhibe. El estímulo a consultoras de ingeniería o de importadores de equipos para la "venta" de procesos de innovación tecnológica con incorporación de conocimientos de producción local es una alternativa a explorar.
b) El supuesto básico de la política de vinculación es que ella se despliega en base a un motivo de innovación tecnológica. Independientemente de la magnitud de cambio que ello implique, la racionalidad implícita en el empresario es el mejoramiento de la producción (en costos, calidad, etc.) y en el caso del grupo investigador, el desenvolvimiento de un conocimiento potencial a partir de su capacidad propia. Sabido es que la vinculación entre ambas instituciones se desarrolla con frecuencia en base a demandas rutinarias que nada tienen que ver con el deseo de cambio tecnológico en el empresario ni con el despliegue de nuevos conocimientos por parte del investigador. Los parques tecnológicos como políticas estatales (y por cierto las políticas de vinculación de las universidades y fundaciones universitarias) atienden este nivel de intercambio en mayor medida de lo que propugna el discurso de la política. En todo caso se lo percibe como una suerte de premio consuelo de la innovación ausente o de promesa incierta de vínculos más fructíferos, esto es, como un tipo de ceremonial de toma de confianza inicial. Pero la mayor parte de las empresas de la región no requieren otra cosa que prácticas rutinarias de laboratorio, tanto para seguir vivas en el mercado como para ser verdaderamente responsables de la calidad de vida de la población y de sus consumidores. En un estudio actualmente en curso se ha observado, por ejemplo, el caso de una pequeña empresa recicladora del plomo de baterías para automóvil. La sola preocupación de un juez por los posibles efectos de contaminación de varias empresas del distrito industrial correspondiente movilizó al empresario para buscar asesoramiento entre los ingenieros de una universidad cercana. La combinación de prácticas de control por parte del estado con mecanismos que favorezcan la solución de los problemas detectados a partir de la relación con universidades debería ser, de manera sistemática, parte de la política de vinculación U-E.
c) Lo anterior puede ser expresado de la manera siguiente: la caja negra de la política de vinculación U-E presupone que los actores de la misma tienen funciones definidas, exclusivas e invariables. En particular, presupone que el investigador universitario es un productor de conocimientos, que se mueve en un esquema unidimensional de conocimiento-desarrollo y que su mundo de referencia es el gran cuerpo de la ciencia, incluyendo en ello tanto el archivo de saberes como las interacciones de la comunidad científica. Sin embargo, ésta es una imagen sacralizada, y con seguridad dominante en la estructuración de actividades de los investigadores, pero que no da cuenta de un ámbito de referencias más vasto de los investigadores universitarios, por lo menos de muchos de ellos (quizá los menos académicos y menos notorios en términos de comunidades científicas internacionales).
En efecto, aunque todavía es poco lo que sabemos respecto a la práctica científica y profesional de los investigadores universitarios, sus marcos de referencia son más amplios que la academia a partir de la cual, en algunos casos, abren una rendija a las demandas del mundo real. Por el contrario, es posible que los investigadores universitarios se conciban a sí mismos como profesionales dentro de un mercado complejo en el que sus conocimientos representen su capital valorizado y mercantilizado. Profesionales algo diferentes, es cierto, a los consultores de ingeniería, ya sea porque cuentan con otros recursos de conocimiento, ya sea porque laboralmente están inscriptos en una institución que tiene sus estructuras definidas al margen del mercado. Pero a pesar de ello cada vez más identificados como proveedores de un tipo de servicio en un mercado abierto.
La política de vinculación, en cambio, no se apartó de la imagen del investigador como un ser distinto, perteneciente a un mundo institucional claramente diferenciado (si no reluctante) del mundo de la producción y del mercado profesional. Al estructurarse la política en términos de esta diferenciación en vez de fomentar una política de "desempeño profesional" del conocimiento, en la cual se emparejen actores de conocimiento de diferente extracción, con normas de construcción de saberes distintas y, aún, riesgos personales diversos, no ha podido superar el síndrome de la "vinculación relevante" (en términos de valor del conocimiento) ni estimular la conformación de redes de conocimiento técnico en las que la universidad quede involucrada como un nodo más.
d) Numerosos estudios han demostrado que los procesos de innovación a partir de la vinculación U-E son factibles en los casos en que las empresas cuentan con receptores idóneos del conocimiento. Esto significa, en términos organizacionales, la existencia de un núcleo de I+D en la empresa que pueda actuar en interlocución con el grupo universitario. En términos interaccionales supone el concepto de conocimiento tácito como un componente clave para la estructuración de relaciones institucionalizadas. Este conocimiento no refiere, solamente, al contenido de la información transmitida -de uno y otro lado de la relación- sino a los marcos conceptuales para su interpretación y su traducción a nivel de la actividad sobre la que se trabaja. Implica también conocer los diferentes aspectos que conforman la cotidianidad del trabajo de investigación, por una parte, y del trabajo de producción, de introducción de innovaciones, de ajustes permanentes, etc. en la empresa, por la otra.
Por cierto, la literatura suele englobar estos aspectos en la afirmación respecto a las diferencias "culturales" entre los investigadores universitarios y los empresarios. Pero esto parece hacer referencia a aspectos más amplios y menos operacionalizables, por lo que la intervención propuesta desde la política para su solución consiste en el "cambio cultural" a través de la misma reproducción del discurso (conferencias, visitas a otros países exitosos, interacciones en el escenario de producción del mismo discurso: esto es, en el ámbito del estado o las instituciones donde se elaboran las políticas, como los talleres de vinculación practicados por programas de organismos públicos y universidades). El conocimiento tácito no parece ser un atributo fácilmente transmisible a través de estos mecanismos simples de información sino a través de procesos de socialización a largo plazo; esto supone la incorporación de conocimiento a través del ingreso de personal de investigación a las empresas. Al respecto , ello no constituye una línea de política particularmente desarrollada por el discurso, excepción hecha la obvia constitución del conocimiento tácito en las incubadoras de empresa, como una petición de principio del mismo programa.
e) Es totalmente obvio afirmar que los procesos de innovación y, por lo tanto, de vinculación U-E suponen, en su producción como tales, la interacción entre actores sociales. La afirmación tiene valor si se la compara con la base del discurso de la política de vinculación que supone la interacción entre instituciones o subsistemas institucionales. Aunque puede aducirse que hablar de universidad y de empresa es una forma simplificada y práctica para referir a universitarios y a miembros de las empresas, el contenido implícito de los términos es significativo. Referir a la vinculación como una relación entre instituciones supone, por una parte, atribuir a los aspectos normativos el papel clave para la explicación de los procesos sociales. Por la otra, inhibe para considerar aspectos relevantes de los actores en la producción de tales procesos: por ejemplo, ¿qué motivos están empeñados en la interacción?, siendo claro que los motivos de la conducta no son reducibles a las funciones y misiones formales de las instituciones. ¿Qué miembros representan a cada institución en la interacción?. La universidad no puede reducirse a un término de la interacción sino que constituye, de por sí, un conglomerado de actores, cada cual con intereses específicos respecto a la vinculación con la empresa; y lo mismo es atribuible a ésta, aunque obviamente con una menor constelación de actores y mecanismos institucionales de mayor control e integración respecto a intereses y conflictos.
f) El conglomerado de actores de estas instituciones -en particular las universidades- puede ser destacado como un condicionante de los problemas que enfrenta el proceso de vinculación. En efecto, en tanto organización social, la universidad se destaca por la complejidad de estructuras y subestructuras de poder entrelazadas. De hecho, su complejidad deriva de los múltiples ámbitos institucionales que la atraviesan: las comunidades profesionales, las comunidades científicas y de investigación, los organismos públicos y privados de financiamiento, la traducción a nivel universitario de los procesos políticos nacionales, se entremezclan con las estructuras internas formales e informales de poder. Esto configura un escenario de múltiples roles en juego, envueltos, fácilmente, en conflictos potenciales a raíz de los marcos de referencias de la acción disímiles y de variados orígenes. Por una parte, a nivel del actor individual es posible advertir la tensión entre distintos tipos de racionalidad que justifican su acción: racionalidades científica, profesional y burocrática u organizativa configuran proyectos sociales diferentes y a veces contradictorios.
En el plano de la organización estas tensiones se vislumbran en la relación entre roles y actores concretos que ocupan posiciones diversas: de ahí que el investigador científico, el funcionario universitario, el directivo de la función docente, los becarios de investigación, etc., son alterados en la consecución de sus intereses por la irrupción de relaciones externas de vinculación con la empresa y los mercados profesionales. Es fácil sospechar que estas tensiones atentan contra los procesos de estructuración de la vinculación U-E, ya sea porque interponen discontinuidades de la acción, esquemas normativos contradictorios o procesos de valorización opuestos entre sí 6. Si se define al proceso de estructuración como el proceso mediante el cual se consolidan y afinan normas de funcionamiento, se constituyen roles específicos, y se producen y reúnen recursos efectivos, en un marco de interacción entre el actor individual y la estructura en la cual estos elementos son a la vez legitimados y permanentemente modificados y consolidados, el entrecruzamiento de tensiones está lejos de dibujar un escenario de fácil despliegue de dicho proceso.
Estas notas ponen en cuestión el discurso de la política de vinculación U-E basado en un ejercicio de simplificación de componentes que, en vez de hacer eficiente la comprensión del fenómeno y facilitar la producción de políticas y acciones, esconde Los obstáculos que lo afectan. Por cierto, no se propugna aquí una política "minimalista" que responda puntualmente a la complejidad de las situaciones internas de cada institución. Pero junto al discurso de la política, la aproximación de análisis del fenómeno de la vinculación y de sus obstáculos en América Latina no ha creado, en general, un cuadro de interpretación en base a los actores sociales de tal forma que inspire mayor flexibilidad a las políticas y sus programas instrumentales.